domingo, 3 de marzo de 2013

"Cuando cierren el portón", fábula sobre la crisis española en versión propia



NOTA INICIAL: 
Un cráneo genial y anónimo ha escrito “Cuando cierren el portón”, una fábula sobre la crisis de España. La fábula anda circulando por la red en versiones distintas según sea el sesgo ideológico de cada uno, por lo que me he animado a hacer una versión con sesgo propio, la que sigue:


CUANDO CIERREN EL PORTÓN

Hace unos meses estuve de vacaciones en Zamora y me invitaron a la finca de un ganadero cuyos jamones gozan de gran fama en la comarca. Al llegar me sorprendió la situación de los animales, encerrados en un cercado al aire libre y que más parecían un híbrido de jabalíes. Por curiosidad le pregunté al hijo del dueño de qué raza eran.

– Son cerdos salvajes de raza española –me precisó–, pero si le interesa mi padre le puede dar más detalles.

Por la puerta de la cocina salió don Nicolás, un anciano de cabellos blancos y ojos inteligentes, de buena percha todavía, que se ayudaba para andar de un bastón de junco. Don Nicolás me llevó al porche de la finca y me invitó a una botella de aguardiente.

– ¿No sabe usted cómo se cazan los cerdos salvajes de estos montes? –me espetó de pronto mientras me servía un vasito de aguardiente.
– Bueno, supongo que los perros los acorralan y, después, los cazadores los abaten con el fusil, ¿no? –contesté sin mucha seguridad.
– En este caso no es así –me dijo don Nicolás–. Cuando le diga con qué simpleza los capturo yo, quizá comprenda por qué los he bautizado como cerdos de raza española.

Don Nicolás abrió las piernas en compás y empezó a hacer molinetes con su bastón. Tomó un sorbo de aguardiente y comenzó a relatarme con sosiego:

"En el fondo de la finca, detrás de aquel bosque de álamos y hasta la orilla del río, existe un monte sin cultivar. En ese monte abundan las manadas de cerdos salvajes. Para cazarlos comienzo por buscar un claro sin maleza donde dejo unos puñados de maíz. Cuando los cerdos los descubren, van a comer todos los días y solo tengo que ir reponiendo la ración cada mañana.

Una vez acostumbrados, construyo una cerca en uno de los lados del claro y sigo dejándoles alimento. Los cerdos descubren la cerca y durante unos días desconfían, pero terminan por volver. Siempre hay algunos cerdos más alertas y prevenidos que otros, pero el poder del grupo es tan fuerte, el maíz tan fácil y el riesgo tan invisible, que al final hasta los más remisos acaban siguiendo al resto.

Entonces hago otra cerca formando una ele con la anterior y les sigo poniendo comida. En este punto ocurre lo mismo que antes y algunos cerdos vuelven a desconfiar, pero la mayor parte de ellos ya han perdido el miedo y vuelven enseguida. Así voy operando sucesivamente hasta que cierro los cuatro lados y sólo dejo una abertura para el futuro portón.

Para entonces los cerdos se han acostumbrado al maíz fácil, le han perdido el miedo a las cercas y entran y salen con naturalidad. Hasta comienzan a llegar cerdos salvajes de otros montes para comer las sobras de los primeros, que han empezado a mostrar hartazgo y ya sólo comen los granos de maíz más apetitosos.

Llega un día en que coloco el portón, lo dejo abierto y sigo dejando maíz. Llega entonces la manada de cerdos salvajes y, cuando todos se encuentran dentro ¡pam! cierro el portón.

Al principio empiezan los pobres a correr en círculos como posesos y se pisan entre ellos, pero al poco notan que están perdidos y se resignan. Entonces dejo de darles maíz para ahorrarme dinero, pero no soy tan tonto como para cortárselo de golpe, porque podrían volverse locos y atacarme, pues no olvido que sólo han pasado tres meses desde que estos cerdos fueran salvajes y capaces de saltar por sí mismos cualquier cerca. Por eso decido quitarles poco a poco el maíz para que sigan peleándose entre ellos y por el mismo motivo comienzo a vender primero a los cerdos más delgados, los que conservan mayores restos de salvajismo y podrían saltar la cerca.

Y así voy vendiendo enseguida todos los cerdos, que siguen muy ocupados pisándose y atacándose entre ellos para conseguir la cada vez menor cantidad de maíz que les voy dando. El coste me sale tan barato que puedo venderlos no sólo a los carniceros de Zamora, sino también a los de Burgos, Toledo y Valladolid. Un negocio redondo".


Don Nicolás calló y exhaló un largo suspiro. Tamborileó un poco el suelo con su bastón, se pasó unos minutos mirando el firmamento y luego, abriendo mucho los ojos y dirigiéndose de nuevo a mí, me dijo:


"Los cerdos salvajes son los españoles hace veinte años, cuando aún recordaban los sufrimientos de la Guerra Civil, los cuarenta años de franquismo y la dureza del exilio a México, a Argentina, a Francia, a Alemania y a otros países. Españoles humildes que sabían que nadie da duros por pesetas y todo se lo tiene que ganar uno con su esfuerzo.

El maíz es el crédito que ponen a nuestra disposición los bancos para que vivamos por encima de nuestras posibilidades y empecemos a corrompernos.

Los cerdos que al principio son reacios a comer el maíz son los periodistas, sindicalistas y políticos honrados y alertas, que entonces los había, pero que pronto nos van a traicionar gracias al maíz extra que les ofrecen los poderosos en forma de liberados, maletines, subvenciones, financiación de partidos y publicidad de páginas enteras en los diarios.

Los cerdos que vienen de otros montes son los inmigrantes, que vienen a comerse los peores granos de maíz y a desempeñar los peores trabajos, aquellos que los demás no quieren hacer, porque los españoles nos hemos olvidado de nuestros anteriores padecimientos y hemos empezado a vivir como nuevos ricos, con coches cada vez más grandes y pisos cada vez más faraónicos.

El maíz fácil es el crédito desbocado que nos empiezan a conceder sin límite porque los bancos españoles se lo piden a su vez a los bancos franceses, holandeses y alemanes.

El cierre del portón es la crisis de 2008, el corte del maíz que los bancos extranjeros daban a los bancos españoles y, por tanto, el corte del crédito que los bancos españoles dan a las empresas, el sucesivo paro y, después, los incumplimientos de las letras y los pagos y la consiguiente quiebra de los bancos españoles.

El descenso del maíz y la venta de los cerdos más delgados es la política de recortes y la obligada marcha de los inmigrantes a sus países de origen. El pisoteo de los cerdos unos a otros se refiere a que los españoles, en lugar de unirse y rebelarse tras el cierre del portón, se dedican a llamarse fachas o pijoprogres entre ellos y a recordarse mutuamente sus traiciones y arrodillamientos al maíz, sin darse cuenta de que los políticos y los banqueros ya los han vendido y les han puesto fecha para ir al matadero.

La venta a carniceros de Burgos, Toledo y Valladolid no es más que nuestro futuro en manos de los banqueros alemanes, franceses y holandeses.

- ¿Entiendes ahora por qué los llamo cerdos de raza española?"


Don Nicolás apuró de un trago lo que quedaba de su último vaso y se despidió. Lo vi desaparecer renqueante por la puerta de la cocina mientras yo, mareado por el alcohol y trastornado y apabullado por la verdad, saludé a su hijo y me volví lleno de mala sangre, por el camino, de regreso a casa.


Enlace: http://neorrabioso.blogspot.com.es/2012/08/cuando-cierre-el-porton-fabula-sobre-la.html




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