viernes, 24 de abril de 2015

Las élites traidoras y el feudalismo del dinero


El feudalismo

Escrito por Max Romano 

Se está negociando actualmente un nuevo tratado de libre comercio entre Europa y EEUU, el TTIP (Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión). Se pretende hacerlo aprobar en 2016. Por supuesto las negociaciones se realizan en secreto y sin dar publicidad, a espaldas de los interesados que sufrirán las consecuencias, los pueblos de Europa. Si sabemos algo es porque está naciendo un movimiento de rechazo ante este enésimo atropello, sin precedentes, que quiere perpetrar la casta de eurobandoleros burócratas de la UE; prontos a vender a su misma madre para satisfacer los intereses de las lobbies que son las que mandan, cada vez más, en esta triste farsa a la que ha llegado la llamada democracia.


El secreto y la falta de claridad son obligadas en estos casos, por lo demás son práctica habitual de nuestras clases dirigentes cuando saben que la porquería que están cocinando para nosotros y nos quieren obligar a comer es indigesta y no aceptada; son perfectamente conscientes de que expuesta a la luz del sol sería rechazada, a pesar del océano de desinformación y mentiras, por la gran mayoría de la población, por los mismos pueblos a los que hipócritamente dicen representar y servir. Por ello, aunque se prevé la aprobación por parte de todos los parlamentos nacionales, no se permitirá ningún referéndum, para que la población no tenga la oportunidad de rechazar el tratado envenenado que le van a meter con calzador sus políticos bellacos, felones y traidores.


Este Tratado es una ulterior, odiosa, casi definitiva, expropiación de la soberanía de las naciones en beneficio de las grandes empresas multinacionales. Un paso más en la reducción de la democracia a una mera impostura, una falsificación vacía de contenido y un elaborado sistema de mentira organizada, cuya utilidad es engañar a la gente a gran escala y tenerla dócil y obediente “porque su gobierno elegido en las urnas los representa”…cada vez vemos más claramente cuán vacías, mentirosas, mendaces son estas frases, viendo que los gobiernos elegidos no van a tener otra opción que la de aplicar políticas y directivas, que les son impuestas desde arriba por los amos del mundo y los poderes internacionales apátridas que están poco a poco instaurando su gobierno mundial.


En pocas palabras y citando una vez más al autor italiano Massimo Fini, la democracia se revela ”un sistema para dar por el culo a la gente con su consentimiento”. A esto han llegado los discursos sobre soberanía popular y libertad, esto es lo que valen los discursos de las demobocazas politicantes llenas de grandes palabras, las grandes barrigas agradecidas de los representantes del pueblo y sus posaderas, que con los años se adaptan perfectamente y toman incluso la forma de las poltronas del privilegio donde se sientan. El módico precio a pagar es vender a su patria y a su gente.


No podía ser de otra manera desde el momento en que se ha permitido al dinero y a los amos del dinero dominar el mundo.

El tratado TTIP es un paso más, un gran paso, en esta dirección; definitivamente le quita la careta a la retórica de la democracia, porque pone en pie de igualdad a los gobiernos de Estados soberanos y a las empresas multinacionales, negando a los primeros la potestad de seguir políticas que dañen los intereses de las empresas aunque tengan el respaldo de su población.




El Tratado da a las empresas multinacionales una soberanía al mismo nivel que el de los Estados. No se trata de que defiendan sus intereses por medios comerciales o económicos, lo cual evidentemente tienen derecho de hacer y han siempre hecho –soy libre de hacer o no negocios contigo- sino de darles una herramienta legal que puede negar a un Estado y a su Gobierno el derecho a una gestión de su país que no sea del agrado de la multinacional.


Se prevé la armonización de regulaciones sobre el trabajo, el medio ambiente, la salud. Para disfrazar el significado de ello, los embusteros a sueldo de la prensa mainstream y los camareros de la política en nómina tranquilizan a la opinión pública; con traicioneras palabras asegurando que no se van a recortar derechos laborales, relajar requisitos medioambientales o de salud pública.


La verdad, por supuesto, es que armonizar significa cortar por lo más bajo, implantar en cada país que pertenezca al espacio económico las regulaciones que más convengan a los intereses económicos en juego. Aunque la población se oponga –por ejemplo- a los alimentos transgénicos, se nos impondrá su comercialización. Como la carne con hormonas, los múltiples pesticidas y otras sustancias prohibidas hasta ahora en Europa, porque el residuo de soberanía, las barreras al libre comercio y a la lógica del dinero miradas con tanto horror por los liberales, han impedido que comamos mierda como los americanos, entre otras cosas.


Se rebajará la tutela del trabajo y la tutela del medio ambiente, por mucho que la opinión pública –la verdadera opinión pública, no la fabricada por los medios- esté en contra, porque el gobierno que se habrá votado en el triste ritual de las elecciones estará atado de pies y manos.


Desaparecerán obligaciones de etiquetado y denominación de origen de los productos, no sabremos lo que estamos comiendo ni dónde se ha fabricado; por mucho que se nos dore la píldora, en la libre competición dejada a las solas fuerzas del mercado la calidad no podrá competir económicamente con la mierda.


¿Y si un Gobierno a pesar de todo planta cara, si lleva a cabo una política que desagrada a los grandes intereses económicos? 
¿Si quiere proteger la salud pública, la calidad, los productos nacionales, el medio ambiente y el empleo, el interés social?


Esta es una rara e hipotética eventualidad, por el conocido sistema de puertas giratorias entre la gran empresa y la política, por al carácter vendepatrias y traidor de las clases dirigentes democráticas.


Pero si a pesar de todo, un Gobierno con mayoritario respaldo popular, lo hace, si aprueba leyes contrarias a los intereses de una gran multinacional o lleva a cabo políticas que no le agradan, ésta puede demandarlo y obligarlo a aceptar el dictamen de un tribunal de arbitraje. No sólo sobre acuerdos y relaciones comerciales internacionales sino, como he apuntado, sobre cuestiones de política interna. Y sabemos meridianamente bien a quién darán la razón los tribunales de arbitraje: estarán integrados o bien directamente por personal procedente de instituciones financieras internacionales, multinacionales y grandes bancos, o en el mejor de los casos por personal educado y formado en las doctrinas del más puro liberalismo económico, hostil a toda idea de soberanía estatal, partidario incondicional de la globalización económica y del dominio total de la economía y la finanza sobre la sociedad humana.


Estamos ante una pérdida total de soberanía de los gobiernos, con la imposición a estos del diktat de poderes exteriores y apátridas a los cuales deben sólo obedecer; se trata de la negación a los pueblos del derecho de gobernar en su propia casa, de decidir cómo quieren vivir y organizar su país, lo que quieren o no comer, cómo proteger sus recursos y su ambiente.


Es la expropiación completa de la política por el poder económico, es el poder mundialista que se quita la careta, el nuevo feudalismo en construcción que se muestra a sí mismo ya sin pudor; el Nuevo Orden que ha suplantado la democracia, verdadera o falsa o parcial o con cualquier adjetivo, ya reducida a un cascarón y vaciada completamente por dentro.


Este es plato envenenado que están cocinando para nosotros nuestros gobernantes. Un sistema de élites internacionales y centros de poder que se reparten el mundo, los nuevos amos para quienes el territorio, la identidad, las patrias y los pueblos no significan nada, nada más que coordenadas geográficas y mercados.


Naturalmente hay quien apoya este sistema y sinceramente lo considera deseable. Después de todo a lo largo de la historia las clases dirigentes se han dado el cambio; han ascendido y caído sistemas y centros de poder, ha habido imperios y naciones que han dominado otras naciones y pueblos, ha habido imperios multinacionales; ha habido castas dirigentes que tenían como base de su poder presuntos poderes mágicos o de relación con lo divino, exactamente como la clase dirigente mundialista trae su poder de ser los gestores del dinero, en más de un sentido una verdadera aunque contrahecha clase sacerdotal, y precisamente de la infernal religión del dinero o estiércol del demonio, como dijo alguien que desde luego sabía lo que decía…




Pero en definitiva y volviendo a la cuestión esencial
¿por qué oponerse al nuevo feudalismo del dinero? 
¿No es un sistema de poder como tantos ha habido en la historia?


Esta es una cuestión espinosa y de larga discusión, pero sin hacer esta entrada interminable diré que los motivos para oponerse a este poder y al culto de Mammón en el que se funda son de tres tipos:


En primer lugar es un sistema basado sobre la mentira y la farsa, en la cual a la gente se le hace creer que tiene la soberanía y se gobierna en su interés. Sistema infinitamente más mentiroso que las monarquías premodernas de derecho divino, le falta la honestidad del dictador o el gobierno autoritario que asume el poder y asume también la responsabilidad; también la falta la claridad del gobierno teocrático que pone unas premisas claras y dice: de aquí no se sale. Si queremos, es un gobierno parateocrático de los sacerdotes del dinero, pero a diferencia por ejemplo de los Ayatollahs iraníes, los sacerdotes de Mammón no dan la cara y gobiernan desde la sombra, escondiendo la verdadera naturaleza de su poder.

En las elecciones iraníes, por cierto, se permite pluralidad de candidatos, naturalmente al interno de límites precisos establecidos por el poder religioso; de la misma manera en las elecciones del democrático Occidente se permiten sólo gobiernos y candidatos con el visto bueno de los Ayatollahs del gran dinero.


Segundo punto, el sistema mundialista destruye todas las diferencias entre culturas y formas de vida, ignora las diferencias y lo específico de los pueblos, es más, las combate e intenta erradicarlas en una irreducible hostilidad; reduce el mundo a un gran mercado, la variedad de los hombres y los modelos de vida a un desierto estéril de seres homologados. Es un sistema que ni tiene en cuenta la diversidad humana ni la acepta, y por tanto la destruye, nivela todo lo que no puede asimilar, todo aquello que sale de la esfera económica y materialista.


Tercer y último punto, que en parte engloba los anteriores, es la fealdad irredimible, la miseria espiritual y humana del mundo gobernado por el dinero. La miseria de la cultura de masas en todas sus expresiones, la fealdad interior y exterior de los seres humanos plasmados por este poder, la vulgaridad en los comportamientos y las ideas; la miseria cultural y artística, la caída de nivel en quienes hacen propio y asimilan el modelo de vida que nos propone el feudalismo del dinero.


La medida de dignidad y belleza interior que conservan los seres humanos coincide, exactamente, con la medida en la que dentro de sí logran conservan una parte realmente humana, no homologada e inasimilable por el poder mundialista en formación.

Por todas estas razones, éticas, estéticas, por nuestra sensibilidad interior, hemos de rechazar el mundo tóxico y estéril que está creando el feudalismo del dinero.



Enlace:  http://vya.mirevistadigital.es/index.php/max-romano/287-las-elites-traidoras-y-el-feudalismo-del-dinero

No hay comentarios:

Publicar un comentario