domingo, 3 de febrero de 2013

¿QUÉ PUEDE SIGNIFICAR EN EL FONDO SER APOLÍTICO?


Víctor J. Maicas

A pesar de que a algunas personas les pueda resultar paradójico o difícil de entender, la verdad es que para combatir la corrupción política una de las mejores soluciones es que la ciudadanía se involucre en el conocimiento precisamente de la política para así mejorarla y exigir que existan mecanismos para que podamos controlar mejor a los que nos gobiernan o aspiran a hacerlo ya que, evidentemente, de esa forma les resultará más difícil hacer y deshacer a su antojo. Así pues, en mi opinión no hay que renegar de la política, sino de los políticos corruptos y de todos aquellos que no apuestan por el bien común con políticas que tan sólo favorecen a unos pocos, puesto que tenemos que tener muy en cuenta que también es una corrupción moral adoptar políticas que acentúan cada vez más las diferencias entre ricos y pobres.


Y digo todo esto porque durante aquel tiempo de bonanza que lamentablemente ya apenas recordamos, se fue extendiendo la idea de que, para desmarcarse de esa corrupción política que por desgracia siempre ha existido en mayor o menor medida, lo más adecuado era adherirse a aquel “sorprendente movimiento” que algunos empezaron a acuñar con la célebre frase de “yo soy apolítico”. Una frase que, por tratarse de una época en la cual la economía iba viento en popa y por lo tanto los problemas de las familias en general apenas existían, uno podía llegar a interpretar en el sentido de que “si yo estoy bien, en definitiva todo va bien”. Una forma de pensar en el fondo completamente insolidaria y egoísta pero que al fin y al cabo uno puede llegar a comprender, que no compartir.



Aunque pasado ese tiempo de bonanza, y habiendo ya vivido unos cuantos años de dura crisis económica que por cierto no tiene visos de mejorar a corto plazo, es sorprendente comprobar cómo todavía alguna gente sigue utilizando esa frase y creyendo a pies juntillas que la única solución a todos nuestros males es renegar de la política. Pero… ¿saben realmente lo que significaría hacer desaparecer la política? ¿Creen que la solución es sustituir la política por la dictadura? ¿O prefieren que nos gobiernen a partir de ahora “los mercados” a través de los tecnócratas elegidos a dedo? Porque evidentemente una cosa es renegar de cierta clase política, es decir, de muchos de los políticos que tenemos hoy en día, y otra muy diferente es no querer hacer política, o lo que sería lo mismo, vivir en una dictadura tanto de tipo económico como social. Así pues, y bajo mi punto de vista, sí, por supuesto que se ha de renovar la política erradicando a los políticos corruptos y apostando precisamente por ese tipo de políticos que ya en la antigua Grecia basaban sus actuaciones en mejorar la calidad de vida de las gentes a través de una sociedad más justa y solidaria en su conjunto.


Y si definitivamente apostamos por unos políticos cuyos ideales estén basados en el bien común, pero no sólo con palabras sino con hechos, ¿creen que es coherente decir que “yo soy apolítico”? Porque… ¿quién cree la gente que hace las leyes tanto a nivel económico como social? ¿Quién creen que son los responsables de temas tan importantes como la salud, la educación, e incluso las pensiones? ¿O temas aparentemente menos trascendentes pero de una vital importancia para el desarrollo de una sociedad como las infraestructuras, la investigación o los recursos energéticos? Bien, pues son ellos, los políticos, los que toman finalmente esas decisiones, aunque evidentemente las pueden tomar basándose sólo en el gran poder de los poderosos lobbys económicos, o consultando también a la ciudadanía siempre y cuando ésta tenga el suficiente criterio como para poder exigírselo. Un criterio, evidentemente, que sólo podrá llegar a tener la ciudadanía en general si deja de acuñar esa mencionada frase para sustituirla por la de, por ejemplo, “sí, no sólo es que creo en la política, sino que lógicamente también pido que todos los políticos expliquen de forma razonada y meticulosa todas y cada una de las posibles consecuencias de sus decisiones, además de exigirles responsabilidades por sus actuaciones”.


No, de la misma forma que no sería coherente eliminar la justicia al descubrir que un juez es corrupto, o desmantelar el estamento policial porque algunos de sus miembros han infringido las leyes, tampoco sería lógico querer acabar con la política puesto que eso nos llevaría a sustituir la democracia por la dictadura, y con ello, dar definitivamente el poder absoluto a los de siempre, a esos poderosos y selectos lobbys que durante la edad media ostentaron los señores feudales, en épocas posteriores la gran burguesía y ahora, en la actualidad de nuestros días, el gran poder de “esos mercados” dirigidos por las multinacionales y por las grandes corporaciones bancarias.


En realidad, y si lo pensamos detenidamente, declararse apolítico es como renunciar a una parte de nuestros derechos, además de eludir nuestras propias responsabilidades como miembros integrantes de una sociedad democrática. En fin, supongo que a los malos políticos, que por desgracia en la actualidad existen demasiados, les irá de perlas que cada vez exista más gente que se considere apolítica, pues de esa forma pasará más desapercibida su mala gestión como representantes de la ciudadanía. La verdad es que resulta paradójico comprobar que algunas de esas personas que alardean de “ser apolíticas”, suelen ser las primeras en quejarse cuando no funcionan determinados servicios públicos como por ejemplo el estado de conservación de las carreteras, el alumbrado de nuestras calles, los servicios energéticos y de telecomunicaciones que todos utilizamos, y por supuesto, son también las primeras en exigir que tengamos garantizados esos servicios básicos e imprescindibles mencionados anteriormente como la educación, la sanidad o las pensiones, pero sin embargo controlar la gestión de los políticos implicándose en el seguimiento precisamente de su gestión, por lo que parece eso es algo que ya no les concierne lo más mínimo.


Por lo tanto, y sin querer herir en absoluto la forma de pensar de nadie, puesto que cada cual es libre de actuar de la manera que desee, creo que esta es una de esas paradojas poco comprensibles en cuanto al comportamiento humano. Una más de las muchas que existen, y de la que sin lugar a dudas se aprovechan la mayor parte de aquellos que ocupan el gran poder para, en cierto modo, hacer y deshacer a su antojo. A veces, tan sólo les basta decir que tienen “un plan”, y ni tan siquiera tienen que explicarlo.


Por cierto, supongo que todavía recuerdan aquello de tener “un plan”, ¿no es así?



Por Víctor J. Maicas, periodista y escritor, sus novelas publicadas son “La playa de Rebeca”, “La República dependiente de Mavisaj”, “Año 2112. El mundo de Godal” y el recién estrenado “MARIO Y EL REFLEJO DE LA LUZ SOBRE LA OSCURIDAD”. Son, principalmente, novelas comprometidas y de crítica social.

Enlace: http://losojosdehipatia.com.es/opinion/que-puede-significar-en-el-fondo-ser-apolitico/

1 comentario:

  1. Ummm, no me convence eso de ser representante de las decisiones del pueblo y al mismo tiempo único responsable si la cosa sale mal. Y la tontería de no querer herir a nadie, también creo que sobra: me recuerda al "yo no digo nada" (...pero lo digo). Yo estoy por la participación activa en la política de tu barrio o pueblo, y con que en cada comunidad haya un representante que tome en nuestro nombre, y en coordinación con el resto de representantes, las decisiones "de rango superior".

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