viernes, 15 de junio de 2012

AÑO I * Núm 1 - Navalcarnero Junio de 2012

Algo más que prólogo

  Regino Marmol 
  Todo empezó durante el verano de 2006 cuando un grupo de ciudadanos normales y corrientes, como a los que dirigimos esta publicación, decidimos  reunirnos periódicamente con el objeto de intercambiar, discutir y sobre todo razonar pensamientos, opiniones y experiencias vitales en un ambiente de fraternidad, igualdad y libertad.  Queríamos acercarnos, y seguimos haciéndolo,  a una mayor comprensión de las distintas verdades que tiene la sociedad en la que vivimos, sin más pretensiones que buscar el razonamiento intelectual de los hechos expuestos al debate. No tuvimos que esperar mucho tiempo para que otros se nos unieran y compartieran con nosotros tan gratificante experiencia. Hoy lo formamos hombres y mujeres de todas las edades, clase y condición, empresarios, trabajadores, amas de casa,  autónomos,  comerciantes, parados, jubilados, filósofos, funcionarios,  periodistas, profesores, arquitectos; de izquierdas, de derechas, apolíticos; católicos practicantes, católicos no tan practicantes, ateos, agnósticos..., que una vez al mes tenemos por costumbre reunirnos en el foro al que decidimos llamar Ateneo de Librepensamiento de Navalcarnero. En él se plantean temas tan trascendentales para el ser humano como el sentido de la vida, las distintas creencias religiosas, la verdad, la familia, la objeción de conciencia...; temas sociales como el aborto, la educación, la violencia de género, el racismo...; temas políticos como la Ley electoral, la separación de poderes, la corrupción, la monarquía, la república, la democracia,...; temas económicos como la crisis financiera, el sistema capitalista, el cooperativismo, la banca,...; temas culturales como la banda sonora de nuestra vida, teatro, cortos de cine... y otros muchos.
Los dos pilares sobre lo que se sustenta el Ateneo son la libertad de expresión y el respeto a todas las opiniones expuestas.  Estamos convencidos de que sin la habilidad de opinar libremente, de denunciar injusticias y clamar cambios, el hombre está condenado a la opresión. El derecho a la libre expresión es uno de los derechos más amenazados, tanto por gobiernos represores que quieren impedir cambios, como por personas individuales que quieren imponer su ideología o valores personales, callando los otros. La lucha por la libertad de expresión nos corresponde a todos, ya que es la lucha por la libertad de expresar nuestro propio individualismo. Respetar el derecho de los demás a decir cualquier cosa, por más ofensiva que la consideremos, es respetar nuestra propia libertad de palabra.
Hemos constatado que a pesar de nuestras diferencias en muchos temas, como es lógico entre un colectivo tan diverso, tenemos muchos otros en los que el estado de opinión es casi unánime. Éstos fundamentalmente están relacionados con los abusos del poder político y económico y sobre todo con la poca participación ciudadana en las decisiones que nos afectan directamente. Hace tiempo que se están poniendo al descubierto las miserias que conlleva seguir permitiéndolo y su regeneración dependerá del grado de implicación y la actitud que tengamos cada uno de nosotros. 
Ahora el Ateneo se levanta de su mesa para  alzar su voz con la misma verdad y libertad con la que se hace habitualmente en el foro y sin más pretensión que la de dar opinión sobre todos aquellos asuntos que nos importan. La motivación que nos lleva a editar esta publicación es crear en la comunidad en la que convivimos y nos desarrollamos como personas, un estado de opinión que fomente la reflexión y el debate en la sociedad a través del argumento reflexivo y razonado que pueda ayudar a culminar la evolución y regeneración  de nuestro sistema económico, político y social.
Intentando formar opiniones sobre la base del análisis imparcial de hechos y siendo dueños de nuestras propias decisiones, independientemente de la imposición dogmática de alguna institución, religión, tradición especifica, tendencia política o de cualquier movimiento activista que busque imponer su punto de vista ideológico o cosmovisión filosófica conseguimos la mayor de las recompensas: libertad.
Si además, no miramos hacia atrás con ira, ni hacia  adelante con miedo, sino alrededor con atención, viviremos libertad en cada instante. ¡No renunciemos a ella!
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La hora del café

  Miss Marple 
 Ya viene Juani, como siempre, con ganas de llevarme la contraria. Hoy le he contado que estuve en la iglesia (no tuve más remedio y fue por "impositivo social": asistí a un funeral) y cuando se lo explico, le entra la risa y me dice que no soy coherente con lo que pienso. Como os podéis imaginar, no "comulgo" con la iglesia, que no quiere decir que no sea creyente, como ya le he explicado cientos de veces a Juani. Pero fue la disculpa perfecta que provocó nuestra habitual discusión:
- Bueno, ¿te cuento o no lo que he visto en la iglesia?
- Pues claro, ¿ves como vas a cotillear?
- No, yo estuve y observé, que no es lo mismo.
- Vale, vale. Cuenta.
- Bueno, pues fíjate que vi a mi vecino Eliodoro, ya sabes, ese que no saluda a ningún vecino así te choques con él. Si ya sabes, el del cochazo vistoso. Pues resulta que allí estaba él, pero no entre los "clientes", sino en el púlpito y leyendo un párrafo de la Biblia que hablaba del amor al prójimo.
- ¡No me digas!
- ¡Imagínate! El hombre que ni me saluda, ¿Cómo me va a amar? Entonces comprendí: lo que pasa, es que confunde lo de "el prójimo" con lo de "el próximo", que tiene al lado en el banco de la iglesia, porque a él sí le saludó y hasta le dio la mano. ¡Qué casualidad!, era un concejal.
- Hay que ver cómo eres…
- Observadora que es una…
- Venga, ya nos traen el café.
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El día que nos maten

 Aristarco Milton 
El día que nos maten saldremos en televisión, alguno por primera vez y otros no por última porque su memoria o su fama así lo requieren. Un periodista contará la noticia aludiendo a las circunstancias que produjeron el atentado: un coche bomba, una bala, una granada, una explosión, casi nunca un objeto punzante. Poco después, alguna figura del Ministerio del Interior comentará el suceso mostrando su más enérgica repulsa por que estos atentados se sigan produciendo. La oposición democrática hará un comentario análogo, señalando un nuevo matiz que recuerde su situación política diferente. Desde el país vasco o desde un país islámico, también formularán comunicados indagando en lo ya conocido y cuando nos entierren, todo volverá a repetirse.
El día que nos maten, los periódicos recogerán la noticia. Algunos tendrán una egregia página y otros aparecerán en el interior. Se escribirán  algunos artículos por los grandes comentaristas y analistas políticos haciendo hincapié en lo grave de la situación tanto si somos famosos personajes como si somos ciudadanos simples, ya que esto último otorga al acto mayor repulsa si cabe. Los periódicos y alguna televisión lo harán también, aunque en alguno se señalará la llamada recibida en la redacción por un individuo que, haciéndose pasar por su  representante, dio pistas sobre el atentado.
El día que nos maten se tratará el tema de los presos políticos, de la juventud, de las ilegalizaciones, de las extradiciones, de la autodeterminación, de las civilizaciones y de tantas y tantas cosas. Pero puede que no sea así, puede ser que pensemos en hacer otra cosa los que queden. ¿Cuáles? Preguntarán ustedes. Ejemplo: El día que nos maten, no saldrá la noticia en televisión. Han muerto ya más de mil personas. Todas ellas eran seres humanos con defectos y virtudes, con sentimientos, como los que ya han muerto. Algunos pensando en ser tolerantes y respetuosos, otros policías o guardias o ertzainas, otros tenían tan poca edad que no sabían lo que iban a ser de mayores: quizás periodistas o políticos, o representantes del Ministerio del interior o políticos vascos o de la oposición, o imanes o inmunes a la verdad. Los nuevos muertos serán igual que los anteriores y que los siguientes. Pero llegará un día en que el que produce tanta muerte se cansará. ¡Tiene que llegar ese día! Entonces podremos recordar a los muertos de nuevo con los ojos llenos de lágrimas pero con la esperanza en un futuro diferente. Los periodistas necesitarán buscar noticias nuevas llenas de sentido, limpias, sin sangre. Mientras tanto no se repitan más, incluso algún diario vasco se cansará algún día y ese día tiene que llegar. Recordará la cantidad de periódicos que han vendido o la cantidad de propaganda que han vendido gracias a los comunicados. Tendrán que pensar en dar otro tipo de noticias, aunque puede ser que no se  vendan tanto.
El día que nos maten alguna persona debería de pensar quién es auténticamente responsable de esto: el individuo joven y ágil que lleva el explosivo u otro que sentado en su despacho organiza, gesta, justifica, diseña cuidadosamente el acto y que no comete delito de sangre, o aquel que meticulosamente propone que se recuerde la historia, o aquel que llena su saco de votos de los que no son capaces de leer una sola palabra que no sea recomendada por los jesuitas que les enseñaron a leer y escribir o por el imán que lo hace intencionalmente, o aquel obispo que no suele ir a la concelebración de la misa de difuntos. A nadie se le puede pasar por la cabeza que el soldado que mata a un reo en el pelotón de fusilamiento es más responsable que el sargento o el juez que ordena el acto y que nunca se ha manchado las manos con sangre.
Hace poco tiempo parecía que iban a cambiar las cosas. Algunos de los allegados se empezaron a plantear que esta no era la mejor forma, que las armas debían guardarse, pero un grupo de ciudadanos nos habló de una organización que mataba desde hacía 10 años y otros de la injusticia económica que habían padecido. Esta noticia no sólo servía para que se vendiera periódicos, que era de lo que se trataba, sino también para que la oposición política la tuviera como estandarte, para que su banquero se mofara, para que algún juez pudiera desquitarse de las circunstancias que le llevaron a dejar su escaño y lo peor de todo, para que todo comenzara de nuevo. Los periódicos pueden seguir vendiendo, la oposición puede dejar de serlo, el juez puede leer a Maquiavelo y el banquero podrá volver a echarse gomina en el  pelo. Pero los muertos ya no.
No merece la pena ni una solo gota de sangre más de seres indefensos: padres de familia, niños, intelectuales, guardias con el gorro que sea, por esos lugares donde existen individuos que quieren hablar una lengua de la edad del bronce o mantener una religión medieval, cuando el mundo puede encaminarse hacia un lenguaje en el que todos nos entendamos. Si así lo quieren, cuando llegue ese momento no podrán olvidar los cimientos tan repugnantes en los que se asienta su individualidad y los demás les observaremos desde la barrera como si fueran figurines, bufones de corte o arlequines medievales.
El día que nos maten, no sabremos si estábamos en tiempo de paz o de guerra. El que nos mata nos recuerda desde hace mucho tiempo que son soldados de la libertad de su pueblo o luchadores  ignorantes por un libro. Cuando alguno muere, se le condecora y se valora su gesta y su acción en la calle, en los ayuntamientos, en algún periódico. Resulta entonces difícil saber la razón de nuestra muerte: si es por la libertad, por la tolerancia, por el país, por cuál, por la religión. En la guerra los soldados van con fusiles o lanzas o algo parecido. ¿No sería  positivo que se preguntara a algún  parlamento  o a alguna cultura si están en guerra con algún país, si desean dejar de tener tantos bancos fueran de sus tierras, si quieren otra liga de fútbol distinta, si quieren conservar sus genes, si quieren imponer sus ideas, si desean olvidar que Arana se casó con una burgalesa, si al fin quieren la independencia total, si quieren que se tolere su intolerancia? No se va a formular esa pregunta. Si se les planteara, se abstendrían para no delatarse, darían un voto nulo y  tendrían que leer: "Mi lucha" de Hitler para responder y no sabemos si saben leer o sólo levantar piedras grandes.
El día que nos maten, no tendremos que oír a aquellos que nos dicen que seamos tolerantes con la intolerancia, no tendremos que escuchar a los políticos decir lo que van a hacer con los países que no conceden extradiciones, no escucharemos a otros políticos decir que nuestra muerte está relacionada con la muerte de otra persona, no tendremos que ver cómo alguno tira lo que se le ocurre en el asiento de otro diputado, en presencia de sus señorías, no tendremos que seguir considerando las leyes como las mejores cuando aluden a los delitos de sangre, no tendremos que leer artículos llenos de casuística e hipocresía, no tendremos que ver a los políticos encapuchados y a los asesinos en la calle unos pocos años después.
 Recordemos que existe la cadena perpetua ya que nosotros tenemos la cadena perpetua de vivir con todos ellos. Ahí están los que son, y aquí los que no. Somos verdad y no necesitamos salir en el periódico, o a la calle en grandes manifestaciones. Ellos sí necesitan manifestarse y matarnos. Nosotros seguiremos con nuestro trabajillo, con nuestras ilusiones, con nuestras  pequeñas esperanzas hasta el día que nos maten.
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Los Recortadores

  Javier Ruiz-Medrano Lucas 
Hubo un tiempo en que los recortadores eran unos señores que iban por las plazas de toros de los pueblos haciendo virguerías con los astados.  Se anunciaban en grandes carteles con no menos grandes nombres  y prometían diversión  y grandes emociones delante de la cara de los toros. A base de carreras, saltos, cabriolas y demás lindezas arrancaban el aplauso entusiasmado del público y la admiración en particular de los niños que soñaban con emular tales hazañas. Eran otros tiempos. ¿O todavía  lo son? No lo sé. Los recortadores de hoy se me antojan  más  siniestros y menos divertidos. Son gente de chaqueta y corbata, alguno luce hasta barba. Hablan de porcentajes, de liquidez, de prima de riesgo, de mercados de capitales, de índices bursátiles, de rescates financieros, de cosas de las que hace diez años ninguno (bueno alguno habría) de los españoles teníamos ni repajolera idea. No es que ahora sepamos algo, que tampoco. Pero periódicos, televisiones y radios no dejan la cantinela perpetua y todos los días nos levantamos con las mismas músicas o peores que sonaban al acostarnos. Los recortadores, como su propio nombre indica, recortan. Esto no es otra cosa (diccionario dixit) que volver a cortar  lo que ya estaba cortado previamente. Y lo hacen  con desparpajo y con entusiasmo. Es más,  lo hacen en nombre de los tropecientos millones de votos que obtuvieron  en unas elecciones que se celebraron  hace cuatro días pero de las que parece que hace cuarenta años. Recortan en sanidad, recortan en educación, recortan en los ayuntamientos, recortan en las autonomías, recortan en obras públicas, recortan, recortan y recortan. Con cada recorte que hacen mandan unos miles de personas al paro, ya sean  médicos, maestros, jardineros o peones camineros. Ellos nos presentan el recorte como la varita mágica que cura la crisis y no es otra cosa que la estaca que llena las oficinas del paro. No sé como pueden ufanarse de haber recortado un montón de millones en educación, cuando saben que eso significa cerrar las puertas a un montón de maestros jóvenes deseosos de ejercer su profesión. En sanidad tres cuartos de lo mismo. Cuando recortamos el presupuesto de un ayuntamiento ¿En qué pensamos? Recortar en un ayuntamiento no es prescindir de los fuegos artificiales en San Isidro (que también)  será y es mandar más gente al paro. Recortar en obras públicas es acabar ya definitivamente con los pocos obreros que quedan en la construcción. Los recortes no son otra cosa, a estas alturas de la crisis, que monstruosas máquinas de creación de parados. No hay un solo recorte que cree un solo puesto de trabajo, más bien con cada recorte se destruyen unos cuantos miles. ¿Así es como nos van a sacar estas lumbreras políticas de la crisis? ¿Mandándonos a casa a no hacer  nada? ¿Poniéndonos  a la cola del paro para recibir una limosna que pronto no tendrán con que pagarla? Hombre, yo no soy economista, pero éstos parece que han  llegado a la conclusión de que la mejor forma de salir de la crisis es no trabajar. Son capaces de cerrar un ministerio con tal de que no gaste un duro. Es obvio que un ministerio desaparecido no gastará, pero el coste en parados que acarrea, digo yo, que también habrá que considerarlo como gasto. ¡Ah! Ya sé. Estos eran los de la iniciativa empresarial, los del capitalismo rampante, los de la desregulación económica (toma palabro) , los de la privatización de servicios, los de la maravilla liberal. ¿Dónde están esas empresas de ensueño que nos van a sacar las castañas del fuego? Pues amigo están donde están . La que no está en Marruecos, está en Singapur y la que no en la misma China. No voy a preguntar donde están esos bancos marchosos que no ha mucho eran los primeros del mundo (yo lo he oído) porque me da la risa floja. Tampoco voy a averiguar  porque estos señores, que han  ganado las elecciones con  mayoría absoluta,  se escandalizaban  tanto cuando lo de la subida del IVA y ahora nos endosen  lo que nos están endosando, amén de que en el peor de los sarcasmos ellos también,  mas pronto que tarde,  subirán el IVA. En fin, que los recortadores van a dejar España hecha unos zorros y encima porque les felicita una tal señora Merkel están los tíos tan contentos  y tan pagados de sí mismos, nos  dicen que lo están haciendo de lujo y que  no sé en  cuantos años veremos los resultados.   Volviendo al símil taurino los recortadores de las plazas de toros  hacían las delicias del público evitando por centímetros que los cogiera el toro. Con estos especímenes de políticos que tenemos, a nosotros nos coge seguro.  
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 La Mentira 
 Rosa Mª Gómez  
 ¿Podemos justificar la mentira? ¿La mentira piadosa, considera más el daño que se puede causar o el dolor propio ante el hecho de decir la verdad? ¿Siempre miente el ser humano? ¿La mentira es lo que decimos, o por el contrario lo que callamos? Y por tanto ¿Es bueno mentir o es malo mentir? ¿La mentira es un recurso de adaptación en la vida, para con los que nos rodean? ¿Nos quedamos solos ante la verdad? ¿Las ficciones, la mentira creativa, el humor, inventar un presente imaginado, aquel que hace que la dureza de la vida sea más digerible, se puede considerar mentira? ¿Mentir implica un engaño intencionado, consciente?
Y así con estos interrogantes, culminaron los miembros del último Ateneo celebrado, la noche… Acerquémonos al significado de "mentira", que  dice así, mentira es la expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa. Apuntemos que, la expresión y el lenguaje son insuficientes en nuestra vida diaria para demostrar a los demás lo que pensamos o sentimos. Este hecho, nos hace únicos y llena de riqueza y complejidad el espacio sentimental que cada uno poseemos, por que al sabernos insuficientes, se frustran y a su vez se materializan muchos de nuestros pensamientos y  deseos, creándose así,  mas sentimientos y emociones nuevas, aumentando, de esta sabia manera, nuestro repertorio sentimental. ¿Qué pasaría si fueran observables nuestros pensamientos más reprobables? ¿Habríamos aprendido a no tenerlos?, no parece que esto sea así, más bien y por el contrario, hemos aprendido a compatibilizar los pensamientos de odio, antipatía, agrado o desagrado, con otros pensamientos, incluso, se diría que opuestos al servicio de nuestros intereses y para un cometido concreto, el de la adaptación para ser aceptados, para no ser rechazados, en definitiva por no estar solos. En suma, podríamos concluir que existe un espacio íntimo, al que solo dejamos asomarse a unos seres selectamente escogidos, un espacio de suma utilidad, que está bien que exista. Y solo cuando surge la necesidad de confianza, y la vida nos obsequia con la proximidad del compañero, del amigo, aparecen nuestros pensamientos en su forma pura, libres y por tanto verdaderos. Pues la peor de las mentiras es la que nos decimos a nosotros mismos, el autoengaño.
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La justificación 

de la mentira 

 Sergio Gras 
 La mentira es una realidad que toda persona se plantea con frecuencia, a diario, en toda conversación o manifestación humana, en oposición a la verdad, en una dualidad equivalente a conceptos como el día y la noche, el bien y el mal o la luz y la oscuridad.
Como resultado a la educación recibida, y casi todas las civilizaciones coinciden en ello tanto si se mira desde una perspectiva familiar, ciudadana, religiosa o espiritual, se considera BUENO la verdad, el día, el bien y la luz, y MAL sus opuestos. Sin embargo, resulta interesante analizar si, en algún caso, ¿tiene justificación la mentira?
Para empezar, veamos cómo define la RAE (Real Academia Española) el término mentira: "Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa". Comprobamos en esta definición que la mentira requiere obligatoriamente que la persona que la difunde sea consciente de su falsedad. Luego, una persona que difunde una mentira creyendo que es cierta no está mintiendo, ya que su intención es decir la verdad. Sin embargo, si esta misma persona la dice sabiendo que es mentira, su propósito es, indudablemente, mentir y la diferencia entre estas dos posturas reside exclusivamente en la intencionalidad.
En general, mentir está mal visto y se considera un acto reprobable, ahora bien, algunas mentiras son peores que otras. Por ejemplo, San Agustín distinguía ocho tipos de mentiras: las mentiras en la enseñanza religiosa; las mentiras que hacen daño y no ayudan a nadie; las que hacen daño y sí ayudan a alguien; las mentiras que surgen por el mero placer de mentir; las mentiras dichas para complacer a los demás en un discurso; las mentiras que no hacen daño y ayudan a alguien; las mentiras que no hacen daño y pueden salvar la vida de alguien, y las mentiras que no hacen daño y protegen la "pureza" de alguien. Dejando a un lado las peculiaridades propias de la época, el análisis de San Agustín puede ser perfectamente válido hoy en día, y conviene destacar que asocia una valoración según la intencionalidad para su clasificación en los distintos grados de mentira.
Es más, en alguna de las definiciones de mentira expuestas por San Agustín se percibe una justificación positiva que indica una buena acción para ayudar, como por ejemplo: las mentiras que no hacen daño y ayudan a alguien o las mentiras que no hacen daño y pueden salvar la vida de alguien; por nombrar sólo dos de ellas. De modo que, en esas mismas circunstancias, mentir es bueno y ayuda a conseguir un buen fin o una buena acción y, sin embargo, en la misma coyuntura, decir la verdad hubiera creado un perjuicio o un daño.
En conclusión, se puede afirmar con rotundidad que, si bien hay que defender y proclamar el valor y la fortaleza de la verdad, la mentira se puede justificar mediante la intencionalidad que la acompaña, siempre que ésta sea positiva y tenga por objetivo ayudar y conseguir el bien del prójimo.
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Incumplimiento de los 

programas electorales

  J. Cardeña 

Los seres humanos somos sociables por naturaleza. Establecemos lazos y relaciones basadas en compromisos y acuerdos.  Confiamos en personas o grupos cuando cumplen  lo pactado.  Por el contrario, si por intereses particulares o cualquier otra razón, alguna de las partes falla,  los cauces de diálogo se resienten, generándose desconfianza y dificultando cualquier proyecto futuro que requiera la intervención de más de una parte.
Los programas  con los que los diferentes partidos concurren a las citas electorales, a veces, la mayoría, tienden a perderse en vaguedades e imprecisiones que dificultan su seguimiento. Dichos programas, y no otras cosas, son el compromiso que adquiere con el ciudadano la candidatura o conjunto de ellas mayoritariamente votadas. El llevar a cabo acciones no reflejadas en el compromiso adquirido por el partido, o partidos gobernantes, nos puede hacer llegar a la conclusión de que hemos sido engañados, ya que podemos considerar que el cumplimiento del contrato no se ha producido. Podrían los gobernantes, argumentar en su defensa, por ejemplo, que han heredado una situación irreal para tratar de  eludir responsabilidades, pero a la vez, se estarían descalificando ellos mismos por su trabajo estando en la oposición ¿No se enteraban? ¿Qué hacían?
Debemos exigir que las propuestas electorales sean realizables y concretas. El seguimiento de los compromisos se debe llevar a cabo periódicamente, no esperar cuatro años, porque con tomar al principio del mandato las medidas más polémicas o hacer lo que  no estaba previsto en el programa, después, el paso del tiempo se encargaría  de hacer olvidar las acciones más impopulares. Esto se conoce como manipulación de los tiempos para beneficio propio, de ellos, los gobernantes.
Con el avance de las nuevas tecnologías, la facilidad que estas proporcionan cuando de manifestar nuestras preferencias y opiniones se trata, y en el momento en que se establezcan cauces de participación institucional con carácter vinculante, en la sociedad civil ya se cuenta con ellos, podremos influir en la relación gobierno/ciudadano de forma que estos últimos, sean realmente los auténticos  beneficiados.
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2 comentarios:

  1. A través de un amigo he sabido de vuestro grupo y, también a través de él, ha llegado a mis manos un ejemplar de vuestra publicación “La voz del ateneo”. En primer lugar, quiero trasmitiros mi enhorabuena por esta iniciativa que espero tenga un largo recorrido.
    Enseguida lo he leído y me gustaría aportar una breve reflexión acerca del debate que creo que os ha ocupado recientemente: la mentira. Me parece un tema muy interesante y espero que estas líneas no lleguen demasiado tarde (quizá estáis ahora en otras cosas). En todo caso, os mando mi comentario.
    Lo primero que me llama la atención de los artículos que he leído en “La voz del ateneo” es que los dos (el de Rosa Mª Gómez y el de Sergio Gras) abordan la cuestión de la mentira desde una perspectiva moral. Ojo, lo hacen explícitamente y no tengo nada en particular que decir sobre ello. Sencillamente pienso que cabe un punto de vista distinto, digamos epistemológico (perdón por el palabro). La pregunta entonces es: ¿el conocimiento humano se fundamenta en la verdad? Y, complementariamente: ¿es el lenguaje un instrumento neutral?
    Existe toda una tradición de pensamiento que plantea estas cuestiones. Lo hicieron Descartes, Marx, Nietzsche, Freud, Kuhn y un largo etcétera de filósofos y pensadores a lo largo de la historia. Un buen punto de partida para situar la cuestión sería quizá la diferencia que hace el análisis marxista cuando opone realidad e ideología. Marx considera ideología todo lo que no es real (Marx define la realidad a través de la praxis y la ideología por oposición a la praxis). Siguiendo a Paul Ricoeur (1), vemos cómo este sencillo análisis permitió a Karl Mannheim preguntarse acerca de cuál es el punto desde el que nos situamos cuando hablamos de ideología y si cabe un punto de vista neutral desde el que analizar el discurso. Mannheim hizo entonces una interesante propuesta: sólo se puede juzgar una determinada cosmovisión del mundo mediante la declaración explícita de una utopía (este aspecto permitiría un extenso desarrollo, por cierto). Max Weber, por su parte, hizo su aportación al debate mediante el análisis de la relación entre ideología y dominación. Más tarde Habermas retomó el debate planteando la cuestión de si es posible una crítica de la ideología sin cierto proyecto, sin cierto interés. Todo ello dejó abierta la cuestión a Clifford Geertz para plantear, desde una perspectiva antropológica, el concepto de “acción simbólica” que abarca tanto el lenguaje como la acción misma (mediación simbólica de la acción). Geertz propone la idea de que necesitamos un sistema de símbolos que son, no naturales, sino modelos culturales. Geertz se propone analizar “cómo los símbolos simbolizan y cómo funcionan para expresar significaciones” y añade: “no teniendo idea de cómo funcionan la metáfora, la analogía, la ironía, la ambigüedad, los retruécanos, las paradojas, la hipérbole, el ritmo y todos los demás elementos que solemos llamar estilo, (…) nos faltan recursos simbólicos con los que construir una formulación suficiente”.
    1ª parte de la carta remitida por J.P.R.

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  2. Este es el punto al que me interesaba llegar: todo nuestro sistema de comunicación está construido con materiales antropomórficos, simbólicos, carentes de conexión con el mundo de lo real. Hemos entronizado la ciencia como modelo de explicación del mundo del que formamos parte. En otro tiempo fue la religión quien ocupó este espacio. No digo con ello que sean sistemas equiparables, que no lo son, ni mucho menos, aunque sí creo que Nietzsche (2) tenía razón cuando decía que “en la construcción de los conceptos trabaja originalmente el lenguaje; más tarde la ciencia. Así como la abeja construye las celdas y, simultáneamente las rellena de miel, del mismo modo la ciencia trabaja inconteniblemente en ese gran columbarium de los conceptos, necrópolis de las intuiciones; construye sin cesar nuevas y más elevadas plantas, apuntala, limpia y renueva las viejas celdas y, sobre todo, se esfuerza en rellenar ese colosal andamiaje que desmesuradamente ha apilado y en ordenar dentro de él todo el mundo empírico, es decir, el mundo antropomórfico”.
    Recurro a un nuevo pasaje de Nietzsche para ir cerrando este corto pero intenso comentario. Dice Nietzsche: “El intelecto, como medio de conservación del individuo, desarrolla sus fuerzas principales fingiendo, puesto que éste es el medio merced al cual sobreviven los individuos débiles y poco robustos, como aquellos a quienes les ha sido negado servirse, en la lucha por la existencia, de cuernos, o de la afilada dentadura de un animal de rapiña. En los hombres alcanza su punto culminante este arte de fingir; aquí el engaño, la adulación, la mentira y el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo, en una palabra, el revoloteo incesante alrededor de la llama de la vanidad es, hasta tal punto regla y ley, que apenas hay nada tan inconcebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una inclinación sincera y pura hacia la verdad”.
    No quiero acabar sin referirme, someramente, al trabajo del profesor Enmanuel Lizcano (3) quien parte de “dos hipótesis básicas: 1) que todo concepto es un concepto metafórico y 2) que toda metáfora - y, por tanto, todo concepto- es una institución social (..)”. Y añade: “las metáforas son instituciones sociales cuya doble actividad - instuyente (metáforas vivas) e instituida (metáforas zombies) - nos permite acceder a los presupuestos, intereses, estrategias, conflictos... sociales y culturales de los grupos que las construyen o las utilizan”.
    Repito ahora las dos preguntas con las que empezaba esta reflexión: ¿el conocimiento humano se fundamenta en la verdad? ¿Es el lenguaje un instrumento neutral?

    (1) RICOEUR, PAUL (1996). Ideología y utopía (traducción española en Gedisa, octubre de 2001).
    (2) NIETZSCHE, FRIEDRIDCH. Sobre verdad y mentira (edición española en Tecnos, 2004).
    (3) LIZCANO, ENMANUEL. La metáfora como analizador social. http://www.uned.es/dpto-sociologia-I/Lizcano/lizcano/metafora-sociedad.htm
    2ª parte del comentario que fue remitido al correo del ateneo para su publicación en este apartado por J.P.R.

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