viernes, 23 de diciembre de 2011

De la bellota, del roble, y el ciclo de la vida



Con todo respeto hacia cualquier opinión, creencia o ideología, quiero destacar que un trabajo científico es la consecuencia de una labor de observación objetiva sobre hechos o experimentos que se analizan con el fin de interpretar los resultados y comprender la realidad. El punto más débil de este proceso es la parte de la interpretación de los resultados, ya que en ella interactúan varios aspectos de la inteligencia humana, algunos de los cuáles, ineludiblemente, sufren influencias subjetivas inherentes al individuo. Por ello, tanto por lo expuesto anteriormente como por los imparables avances científicos, lo que hoy es una verdad incuestionable, mañana puede ser negado y superado por nuevas observaciones y nuevos descubrimientos científicos.




Además, como no soy un científico y no dispongo de los conocimientos técnicos suficientes en la materia, plantearé esta exposición desde la perspectiva de una persona corriente que analiza el asunto con su lógica y experiencia personal, sobre la base de la honestidad, de la responsabilidad y del respeto hacia cualquier opinión divergente.

Según las enciclopedias, en este caso Wikipedia, se considera que el término vida (latín: vita ), desde el punto de vista de la biología, hace alusión a aquello que distingue a los reinos animal, vegetal, hongos, protistas, arqueas y bacterias del resto de realidades naturales. Implica las capacidades de nacer, crecer, reproducirse y morir, y, a lo largo de sucesivas generaciones, evolucionar.

La definición queda muy clara, no obstante, la vida sigue siendo, aún hoy en día, un gran misterio, y como tal sigue oculta a la comprensión humana. ¿Que sutil energía provoca la diferencia entre un cuerpo inerte (entiéndase como mineral), y un cuerpo con vida? Los elementos simples (los de la tabla periódica) que los componen a ambos son similares, pero organizados de manera diferentes. En cualquier caso, se puede afirmar que el reino vegetal se alimenta básicamente del reino mineral, aunque algunas plantas se puedan alimentar de otras plantas. Y que el reino animal se alimenta del reino vegetal, aunque de nuevo algunos animales se alimenten de otros animales. Así es el delicado equilibrio de la vida en nuestro planeta Tierra, en el que todo es interdependiente.

Como se expuso en la definición de la vida, ésta implica las capacidades de nacer, crecer, reproducirse y morir, y, a lo largo de sucesivas generaciones, evolucionar. Estas capacidades definen un proceso completo que, para cualquier ente con vida, se pueden definir como el ciclo de la vida. La evolución sería, de este modo, el resultado de muchos ciclos de vida, que también podemos llamar generaciones, permitiendo al ente vivo una lenta adaptación al cambiante medio en que vive. Si el proceso evolutivo fracasa, el ser vivo va desapareciendo lentamente hasta la extinción total finalizando así la repetición de sus ciclos de vida. En contra partida, aparecerá otra entidad que ocupará su sitio con una mayor capacidad de adaptación al medio. Este proceso se llama selección natural y nos indica que sólo sobreviven los seres vivos más fuertes y capaces de evolucionar adaptándose mejor al medio, generación tras generación.

Si bien el reino vegetal se caracteriza por la condena a quedarse anclado en el lugar donde echa sus raíces, el reino animal, por su lado, se identifica generalmente por la capacidad de locomoción, es decir, la capacidad de poder desplazarse de un lugar a otro. Generalmente, en la mayoría de las especies inferiores, estos desplazamientos responden a unos impulsos instintivos motivados por necesidades tales como la supervivencia, el hambre, la sexualidad, etc.. Sin embargo, en los animales superiores, algunos de estos desplazamientos responden a una característica sublime, que es la voluntad. Y, para finalizar en la especie más evolucionada, encontramos el libre albedrío que es la potestad de obrar por reflexión y elección. Esta última representa la característica propia de la raza humana (homo sapiens) y diferenciadora del resto de las especies de nuestro reino animal.


Como ejemplo de ciclo de vida podemos contemplar el del roble. Básicamente, el roble da un fruto, la bellota, que una vez polinizada adecuadamente, cae al suelo e inicia el proceso de germinación. Entonces empieza a surgir un tallo a consecuencia de una pequeñas raíces que han iniciado su penetración en la tierra para obtener el alimento que le permitirá crecer. De pronto surgirá una hoja, luego otra, y se habrá iniciado la carrera por la supervivencia buscando los ansiados rayos de sol. Si todo va bien, el brote de roble se torna arbusto y, finalmente, si supera todos los obstáculos, llegará a la edad adulta con la acostumbrada elegancia de la especie. Una vez llegado a este punto, el roble a completado un ciclo de vida. A su vez, este nuevo roble dará nuevas bellotas que tendrán la capacidad de iniciar nuevos ciclos de vida.

Lo grandioso de todo esto es la inmensa generosidad de la naturaleza que, para asegurarse el éxito de la reproducción de la vida, siempre permite que esta se reproduzca en grandes cantidades, concediendo innumerables oportunidades, de modo que sólo pueden sobrevivir los más fuertes, los más capacitados, los mejores adaptados. Esto permite la mejora de las razas y la maravillosa evolución de las especies. Es el milagro de la vida.

Si bien es cierto que una bellota no es roble (con una simple observación se puede comprobar), no es menos cierto que el uno sin el otro no podrían existir. Si el roble no da frutos, la bellota no existiría y, en sentido contrario, si la bellota no germina y florece, el roble no podría existir. Son la misma cosa observados en momentos diferentes, son el mismo ser observados en distintas etapas de un mismo fenómeno, de un mismo ciclo de vida.

Es cierto que una bellota puede germinar o no. Pero una vez lograda la "magia" de la maravillosa chispa de la vida, lo que permite que la bellota germine adecuadamente, ya tenemos un roble en potencia si nada interrumpe el proceso de crecimiento, y al cabo de un tiempo lucirá un magnífico árbol.

El mayor peligro, en esta fase de crecimiento, es que algo pueda interrumpir el normal desarrollo del tierno brote como, por ejemplo, que se lo coma algún animal, que unas lluvias torrenciales desentierren las raíces, que lo pise un animal, etc. Esto provocaría la muerte del brote y el fin del ciclo de vida. Para compensar este riesgo y como ya hemos explicado anteriormente, la madre naturaleza provoca que germinen muchas bellotas al mismo tiempo, de modo que siempre sobreviven algunas. Por eso no es grave que gran parte de los brotes se queden en el intento y no florezcan. Este proceso se ha equilibrado a si mismo a lo largo del tiempo, de miles y miles de años, hasta alcanzar un perfecto equilibrio que permite y provoca la sostenibilidad natural del robledal.

De tal manera, podríamos concluir que, si bien una bellota no se parece a un roble como consecuencia de una simple observación, nadie puede negar que tanto una bellota como un roble son dos visiones diferentes, dos etapas distintas, de un mismo ciclo de vida, de un mismo ser vivo. El arrancar un brote del suelo intencionadamente, es interrumpir el ciclo y, en consecuencia, la posibilidad de desarrollo de un potencial y hermoso roble. La importancia de este acto es relativa ya que, como hemos expuesto, la generosidad de la naturaleza da muchas oportunidades y permitirá el crecimiento de otros robles.


El libre albedrío.

Para terminar, me gustaría hacer un comentario a propósito del momento "oportuno" en el que se puede interrumpe el ciclo de vida "legalmente" en función de la evolución de determinados órganos del ser vivo. En todo proceso de crecimiento, las etapas deben realizarse una detrás de otras, en un orden determinado, hasta alcanzar el desarrollo completo. El hecho de elegir que una determinada etapa no se haya completado para justificar una interrupción "legal" de un ciclo de vida, es una simplificación moral para evitar desajustes de consciencia. El hecho es que se interrumpe un ciclo de vida, y este acto tiene una importancia relativa ya que la naturaleza es muy generosa y siempre da otras oportunidades.

Sin embargo, también es cierto y fundamental que cada ser humano posee el libre albedrío y, en consecuencia, la voluntad de decidir por si mismo lo que es mejor y le conviene en cada caso. Y esta decisión debe ser respetada por las demás personas, por la sociedad. El libre albedrío es una de las capacidades más elevadas y personales del individuo, y le permite definir la intencionalidad real e intima de cada una de sus decisiones.

¿Porqué los humanos somos tan proclive a decidir por los demás; a obligar que los demás decidan como uno quiere?

Es como afirmar:
¡Tienes que pensar como yo digo! 
¡Tienes que sentir como yo digo!
¡Tienes que amar como yo digo! 
¡Tienes que hacer como yo digo!
¿No os parece que esta manera de imponer los criterios a los demás es negarles el libre albedrío?
¿Os gustaría que se os negara el libre albedrío a vosotros?
En cualquier caso, la decisión de interrumpir un ciclo de vida es muy personal y muy íntima, y sólo la persona implicada debe decidir lo que es mejor (aunque creo que también debería participar en tal decisión el segundo actor, necesario para la consecución de la vida). Nadie debe obligar a las personas implicadas en estas situaciones a tomar una decisión en uno u otro sentido: es una agresión moral.

Toda persona tiene derecho a decidir en consciencia y por si misma.

Una vez más, la única manera de paliar estos dramas es mediante la educación y la formación sobre bases sólidas y éticas, de modo que los actos y decisiones que cada uno tome sean responsables y conscientes de las posibles consecuencias.

A esto lo llaman vivir.

Esto es la vida.


5 comentarios:

  1. Interesante reflexión de Sergral sobre el artículo De verdad crees que una bellota es un roble? http://ateneonavalcarnero.blogspot.com/2011/12/de-verdad-crees-que-una-bellota-es-un.html
    Tomo el guante e intenteré dar los argumentos que me llevan a diferenciar lo que entiendo por ser vivo y por ser humano, matíz muy importante, entrando en la idea planteada de los distintos actores y fases necesarias para que exista tanto un ser vivo como un ser humano, diferencia que sigo considerando imprescindible.

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  2. Uy, qué complicado, porque que prospere un roble u otro nos da lo mismo, pero que Gandhi no hubiera tenido ocasión de existir porque su madre hubiera abortado... ¿O es que hay "un Dios" que tiene unas almas preparadas en un armario para ir asignándolas a los seres humanos que nacen, de manera que sólo se desechen cuerpos, y no personas?

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    1. estoy muy interesado en saber, a que edad empieza el roble a dar bellotas. por favor contestarme.

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    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    3. También os puede interesar este otro artículo: De verdad crees que una bellota es un roble?
      http://ateneonavalcarnero.blogspot.com/2011/12/de-verdad-crees-que-una-bellota-es-un.html

      Anónimo, no tengo ni idea de a que edad empieza el roble a dar bellotas, pero estoy seguro que si buscas información al respecto en alguna web de semillas, plantas, botánica, etc. la encontrarás, y así saciaras tu interés por el asunto.

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